Conocimos CARNE mucho antes de que tuviera un nombre. Llegamos por casualidad (o destino) a un proyecto en pañales, en el cual se debatía el concepto detrás de las hamburguesas que marcaría el regreso de Mauro Colagreco a la Argentina, más específicamente a La Plata, su ciudad natal.
En el año que llevaba probando hamburguesas, había ido definiendo mis preferencias y estándares: lo menos que podía esperar de un chef con dos estrellas Michelín era una hamburguesa con ingredientes fuera de lo común, alguna combinación innovadora dentro del medallón o alguna vuelta de tuerca en la receta del pan. Sin embargo, Colagreco retrucó mis principios.
Su jugada era una vuelta a sus raíces, a su infancia, a una simpleza que uno sólo conoce en la niñez. Me costaba imaginarme el éxito de una hamburguesería lejos de Palermo que no ofreciera más que lechuga y tomate entre los panes. OK, tiendo a dramatizar y había algunos ingredientes más en la propuesta, pero desconfiaba mucho del resultado. Nuestra participación llegó a su fin y CARNE quedó en manos de los que más saben y nos limitamos a apretar los dientes y a esperar su apertura.
El recital de los Stones fue el segundo evento más importante que hubo en febrero en La Plata. El primero fue la apertura de CARNE, bueno, para mí al menos. Sábado al mediodía, la hamburguesa nos esperaba para lanzar uno de nuestros veredictos más esperados. Mucho se dijo de todas las posibles combinaciones de ingredientes, pero para mí, una sola era la válida: completa. Así que marchó una hamburguesa con: cebolla, lechuga, tomate, huevo, cheddar y panceta.

Lo primero que sentí fue que estaba comiendo una hamburguesa como las de los cumpleaños o días de campo escolares cuando era chica. No me malinterpreten, para mi paladar infantil eran la gloria, y esa simpleza de carne con lechuga y tomate no la pude volver a disfrutar hasta que comí la hamburguesa de Colagreco. Si son fieles seguidores, sabrán de nuestra aberración por la hamburguesa con lechuga y tomate, pero en este caso los ingredientes estaban a otro nivel, todos, absolutamente todos, eran sabrosos y de calidad. El huevo a la plancha, el tomate, todo era perfecto.
Mis dudas se disiparon instantáneamente y CARNE no paró de mejorar: el pan es de los mejores panes que probé en mucho tiempo, muy buen sabor y muy esponjoso. Realmente ese medallón tenía la mejor escolta que se puede lograr. Sin embargo, no llegaba a aplacar tamaña sombra, y si bien cumple, no es el fuerte de la hamburguesa. La carne estaba un poco apelmazada y le faltaba un poco de sabor (¿tal vez algo de sal?). Colagreco brilla en otros lados también. Las papas son buenísimas, están hechas con triple cocción y son crocantes. El otro punto fuerte es el ketchup casero. Si bien no soy para nada fan de este condimento, terminé preguntando cuándo iban a ponerlo a la venta para el público.
Todos mis miedos sobre CARNE se disiparon. Tengo que reconocer que Mauro logró, al menos en mi paladar, recordar que comer una hamburguesa y disfrutarla no tiene por qué ser algo complejo, sino todo lo contrario. La simpleza de CARNE logró trasladarme a mi infancia por un rato y dejar atrás cualquier prejuicio.