Bonjour a un futuro grande

Tríptico París Burger

La hamburguesa, ese es el idioma universal. Nada de inglés, h a m b u r g u e s a. En París Burger no abunda el español, pero sí las ganas de hacer una hamburguesa como la que buscamos y por la cual luchamos y militamos día a día. Gracias a eso pude establecer un diálogo muy ameno con el cocinero de París Burger, que sabía tanto de español como yo de la cultura de Macedonia.

Saqué a relucir todo mi francés aprendido en la secundaria y me demostré que tengo que sacarlo urgente del currículum. Basta de robar con ese francés básico que debería ser un francés made in Carlitos Tévez. Ni siquiera, Carlitos seguro lo habla mejor, es un políglota que tiene facilidad para aprender idiomas, mientras que mi única facilidad es la de comer hamburguesas.

La charla fue post almuerzo. Debería haber sido post siesta, porque el combo te deja patas para arriba, otra que 180 Burger. El almuerzo en una hamburguesería podría definir si entra en el rango que buscamos: si cuando terminás el cuerpo pide siesta, pulgar para arriba. Retomando lo de la charla, hablamos como pudimos y de todo un poco, cuándo vino, de dónde era, cuándo fue su primera vez y toda esa batarola de preguntas que estigmatiza al periodista como un hincha pelotas dentro de su círculo más íntimo. Todo se retruca con un por qué, que en este caso era respondido en francés. Yo asentía como si entendiera y aún así logramos regalarnos unas sonrisas. Le recomendé que vaya a algunas hamburgueserías y él me tiró la primicia (?) de que van a largar cinco hamburguesas nuevas autóctonas, con más gusto a francés que una croissant bañada en vino tinto. »Van a tener distintos tipos de quesos y salsas francesas», algo así dijo.
A la hora de pedir, mi indecisión fue resuelta por la chica francesa que atiende. »¿Cuál es tu preferida?», le pregunté. Me respondió que la Montmatre. Dudó unos segundos. Igualmente confié en ella y fui por la hamburguesa de 200 grs., lomo, tomate, lechuga, cebolla caramelizada y roquefort. Sí, tomate y lechuga es la dupla que detesto por excelencia, pero había depositado toda mi confianza en ella (además la mayoría de las variantes vienen con tomate o lechuga).

Apenas pude tuitear dos cosas que ya estaba la hamburguesa. Superficialmente llama la atención. Los 200 grs. se ven reflejados en un medallón potente y seductor, que se queda a medio camino de sabor. Será cuestión de tiempo, de animarse y experimentar, porque la forma y el tamaño están. Me encantaría que se metiera mano francesa en esa carne argentina. Una fusión de condimentos y sabores made in Lyon puede llevar a París Burger a lo más alto de las hamburgueserías no sólo del Centro, sino también de la ruta hamburguesera.

Todo el sabor que le falta a la carne es abastecido por los ingredientes. Estos abundan y le juegan una mala pasada al pan, que entre tantos jugos y el medallón de buen porte, cede ante tanta presión. Una lástima que sea atropellado por el resto porque tiene potencial, es bien casero. Con respecto a la relación ingredientes/sabor, más que aprobada, es armónica y ningún ingrediente toma la batuta, sino que se entienden a la hora de jugar. La dupla cebolla caramelizada-roquefort la rompe.

Para acompañar me pedí las papas de la casa. No entendí muy bien la diferencia entre las comunes y las locales, pero suerte que me incliné por esas. Atípicas en el mercado, marinadas, casi minis papas rústicas, bien gorditas, casi esféricas. Muy, muy ricas, sorprendieron.

Tardé unos minutos en irme. Estaba realmente lleno y costó arrancar. Sin dudas pongo las manos en el fuego por este local que recién arranca. Siempre hay que aclarar cuando uno empieza a dar sus primeros pasos porque se hace camino al andar. Me fui con la panza llena y el corazón contento. O mejor dicho: ventre plein, coeur heureux.

Bonus track –> París Burger se suma al juego de la tarjeta: el décimo combo en tu historial corre por cuenta de la casa. También hacen cosas para el desayuno, obviamente con su tinte francés, pero esto se trata de hamburguesas, así que sólo lo mencionamos para que lo sepan. Ah, y también venden vino, pero tomarse una copa en el almuerzo puede ser problemático para la vuelta al trabajo.

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Ubicación:

  • Suipacha 180 (Microcentro)

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