Mi papá tiene una teoría que denominó «efecto Nueva York». Es la que siempre usaba cuando mi hermano y yo no nos mostrábamos tan emocionados con algún evento o hecho como se esperaba. Empíricamente él comprobó que cuando uno ansía mucho algo, no lo disfruta tanto cuando llega como mientras lo esperaba. Antes de su primer viaje a Nueva York, uno de los primeros que hizo con mi mamá, estaba totalmente emocionado y ansioso por conocer la gran manzana, pero en cuanto salió del aeropuerto y miró por la ventanilla del taxi no pudo evitar sentirse decepcionado ante su falta de emoción. No lo malinterpreten: es una ciudad que le encanta y que recorre de punta a punta cada vez que tiene la suerte de volver, pero las expectativas y la mente humana pueden ser muy malignas.
Tierra de Nadie tenía la ficha puesta, si había un lugar que no nos iba a fallar era este. Tardamos en ir mas de lo que deberíamos, pero nos quedaba a contramano y nunca encontrábamos el momento. Lo retrasamos y en ese tiempo las expectativas fueron creciendo, si bien uno de los hashtags promocionales del local es #NoLeDigasANadie, todos nos habían contado que las hamburguesas rellenas de Tierra de Nadie no tenían competencia, al punto que ya no teníamos duda de que íbamos a tener que emprender la búsqueda del segundo puesto.
Un lunes víspera de paro nacional fue el día. Improvisadamente y a último momento, con el tiempo justo antes de que cierre la cocina llegamos a Tierra de Nadie. Mi papá también dice que todo se entiende al final y al final de la noche íbamos a entender todo, pero esa es otra historia. Tierra de Nadie es chiquito, aunque ahora lo están remodelando; nunca esperaron este crecimiento y ya no lograban satisfacer la demanda del público. Tuvimos que esperar un rato antes de poder sentarnos, el mozo nos aconsejó antes ir pidiendo porque sino no íbamos a llegar a comer. Lo que hace más famoso a TDN son sus hamburguesas rellenas de queso, hay un vídeo en internet que muestra cómo las preparan y nos pareció un sacrilegio no pedir eso. Hay varias opciones, Lau pidió la TDN Premium (rellena con queso Jack, mollejas, berenjenas en escabeche, rúcula) y yo la TDN Deluxe Burger (rellena con cheddar, jamón, queso danbo, huevo a la plancha, lechuga, tomate, pepinos agridulces, ketchup casero y mayonesa).
Mi primer sentimiento fue decepción, los vasos son vasos metálicos, como los que te llevabas de campamento y que le dejan un gusto metálico a la bebida. Preocupada por mi elección y muy ansiosa recibimos la hamburguesa al poco tiempo de habernos sentado. Lo primero que pensé fue que era enorme y que no iba a poder, después me acorde que siempre pude y di el primer mordisco. Y ahora llega el momento de la verdad, el momento en el que les cuento si alcance el clímax culinario, el momento en que mi papá recorre Nueva York en taxi. La hamburguesa me gustó, pero el relleno de queso conviviendo con otro tipo de queso e ingredientes como lechuga y tomate no me convenció. Sentí que pasaban muchas cosas al mismo tiempo y ninguna se lucía totalmente. Obvio que me la comí toda, y obvio que me gustó, pero me quedé pensando en los días que siguieron si mi elección había sido acertada. No puedo negar que es una gran hamburguesa, pero no me emocionó como todos me anticiparon que pasaría. Me encantaría haber salido gritando a los cuatro vientos que había encontrado la mejor hamburguesa, pero no pasó. En cuanto a las papas, estaban buenas, un poco aceitosas para mi gusto. Pero en general, me parecieron del montón. ¿Será que a está altura afiné el paladar y estoy más exigente? ¿Habrán sido las expectativas? ¿O simplemente es el efecto Nueva York? Lo que seguro pasó es que la oferta de hamburguesas en Buenos Aires es cada vez más abundante y prometedora, tenemos mucho por probar, amiguitos.
Tierra de Nadie queda en Avellaneda 588. Más info en su fan page.
¿Dónde está mi hamburguesa? 